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Apresurado

huiste

de mi herida

quise ser tú

más tú

no aceptaste

ser la novedad

que sangró de mi pecho

arrebatado

confundido

ateo de tu dios

creyente de tu miseria



Te oí

nuevamente

eran tus pasos,

lo sé

y me temiste

te temiste

el precepto se impuso

y el horror

y el desamor

y te hiciste lejanía

a mi lado

y sin mí



Hasta que llegó

él

o ella,

qué más da

y un hilo de vida...

el mío...

le ofrecí un suspiro

y mis ojos teñidos

de su mirada

anclada en la mía

rasgada

adormecida de cariño

y en dos manos

suyas

supe que mi muerte

se declaró fugitiva

de esta vida

la mía



ah... el hilo de vida...

samaritana.
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Hoy no puedo.
Y quién sabe si podré más tarde.
Tal vez no comprendas la sabiduría 
que acordona mi impotencia, 
desangrándome.
Curándome de ti.

Porque ayer tampoco pude
aunque no estoy aún cierto
que hubiese deseado poder.
Estabas allí, inerme.
Curándome de mí.

Pero no pudiste tú.
Y se me desmoronó la existencia.
Construiste poderes
que no eran míos,
y ya no estuviste más.
Me heriste de tí.

Te busqué. 
Pude y no pude otra vez.
Pero no te hallé jamás a ti.
No eras tú, nunca lo eras, aunque insistiera.
No pude volverte a mi lado.
Y me herí de mí.

Hasta que volteaste tus ojitos de nardo.
Y no pude más.
Nunca lo había logrado.
Y nuevamente yo en tí.
Y tú...
¿Tú dónde estás ?
Sanaste de mí.

Juramento

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Hoy se me antojó plantar bandera.

Dejar de ser una pura tela blanca.

Porque no me rindo ni bajo los brazos.



Mi bandera

estará hecha de muchos colores,

de todos,

y no sólo los del arco iris.



(Casi susurrando en mi oído

se exculpó por no tenerlos todos.

Me reveló no haber tenido jamás

el tono de una mirada,

ni mucho menos

los rubores de la piel.



Y yo le espeté, inmisericorde,

haber olvidado

la gama tonal de los sabores de tu mesa

y los aromas de tus sábanas).



Mi bandera habrá de tener

colores, sabores, aromas.



Y en este día

solemnemente

juro, alzando mis pupilas hacia las estrellas,

no izarla jamás para separarme de nadie

ni mucho menos protegerme

cuando una fronteras me desafíe.



Prometo dilatarla y soltarle amarras

toda vez que la nobleza de tu viento me la reclame

desenvuelta, desenfadada y libre

pero amarrada a mi pecho.

Y esto no lo negociaré contigo ni con nadie.



Y que sepas

cuando la brisa sople hasta ti

y te lleve mis colores,

mis sabores,

y mis aromas

que aquí te aguardo,

que nunca me marché.

Golpes

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Yo no fui.
Yo no los vi.
No es cosa mía.
Cada casa es un mundo.
Ya son grandes.
Uno no puede meterse.
¿Qué más puedo hacer?
¿Tengo que denunciarlo?
Tal vez así aprenda lo que es la vida.
De tal palo, tal astilla.
Ojalá siente cabeza.
Le va a hacer bien una buena zarandeada.
Cuando era chica era terrible.
Ella se lo buscó.
Ella lo provoca.
Los hombres son así.
Hay que aceptarlos de esa manera.
Después cambian.
La jodida es la mujer que se deja pegar.
Si está cansado, aguantalo.
Es porque está tomado, después se le pasa.
Es bueno, pero se descontrola.
Fueron un par de veces nada más.
"Es un moretón nada más... me caí limpiando. Soy una tonta bárbara".
"Igual, yo como después que comen todos".
"Tengo miedo que otra vez no me crea que estoy embarazada de él".
"Tengo miedo".

"Cuántas mujeres que se mueren sin salir de casa, ¿no?"

"Sí, qué cantidad de crímenes pasionales",
dijo la tele y cambié de canal.