Hoy se me antojó plantar bandera.
Dejar de ser una pura tela blanca.
Porque no me rindo ni bajo los brazos.
Mi bandera
estará hecha de muchos colores,
de todos,
y no sólo los del arco iris.
(Casi susurrando en mi oído
se exculpó por no tenerlos todos.
Me reveló no haber tenido jamás
el tono de una mirada,
ni mucho menos
los rubores de la piel.
Y yo le espeté, inmisericorde,
haber olvidado
la gama tonal de los sabores de tu mesa
y los aromas de tus sábanas).
Mi bandera habrá de tener
colores, sabores, aromas.
Y en este día
solemnemente
juro, alzando mis pupilas hacia las estrellas,
no izarla jamás para separarme de nadie
ni mucho menos protegerme
cuando una fronteras me desafíe.
Prometo dilatarla y soltarle amarras
toda vez que la nobleza de tu viento me la reclame
desenvuelta, desenfadada y libre
pero amarrada a mi pecho.
Y esto no lo negociaré contigo ni con nadie.
Y que sepas
cuando la brisa sople hasta ti
y te lleve mis colores,
mis sabores,
y mis aromas
que aquí te aguardo,
que nunca me marché.